TURISMO RURAL EN UNA DE LAS ZONAS MÁS AISLADAS DE LA REGIÓN DE LOS LAGOS

En la localidad de Segundo Corral, casi en la frontera con Argentina, pequeños agricultores de INDAP a través del Programa Turismo Rural han comenzado, además de su trabajo ganadero, a incrementar sus ingresos con el turismo.

Autor: Indap

Segundo Corral es una pequeña localidad donde viven aproximadamente unas 40 personas. Estos pequeños agricultores se caracterizan por ser muy acogedores y vivir una vida llena de esfuerzo y sacrificios. Para poder llegar deben atravesar tres lagos, el Tagua-Tagua, Las Rocas y el Inferior, para luego realizar una caminata de 10 kilómetros aproximadamente.

En la localidad no hay luz eléctrica, ni señal telefónica. En verano los agricultores trabajan fuertemente con  40 °C de temperatura  para cosechar y preparar el forraje para los animales antes del invierno.  Los vecinos se comunican por radios a batería y la única forma de contactarse desde la ciudad es a través del retén fronterizo Paso El Bolsón. Carabineros envía el mensaje y de vecino en vecino se va pasando hasta que llega a destino.

Un ejemplo de cómo es la vida en esta localidad, es la historia de Lolo Escobar y su familia. Ellos viven en el Valle  Las Horquetas a 10 kilómetros de Segundo Corral. Su casa, junto al Río las Horquetas, colinda con la cordillera de Los Andes.  Su padre, Raúl Escobar de 84 años, llegó de muy joven a colonizar esa zona. Por esa razón Lolo y su hermana Esmerita han vivido toda su vida en la montaña.

El haber crecido entre montañas, ríos, flora y fauna nativa llenaron a Lolo de conocimientos que comparte con paciencia a todos sus visitantes, mayoritariamente extranjeros y estudiantes. La cabaña que construyó sin tecnología alguna, cuenta con capacidad para 6 personas, comidas incluidas, por 15 mil pesos diarios. Además ofrece recorridos ecológicos por su predio donde comparte todo su conocimiento y amor por la naturaleza. Y para los turistas más avezados realiza caminatas, con todo incluido, a un glaciar decorado con cuevas de hielo por 50 mil pesos.

Lolo es un verdadero ecologista, pero cuenta que no siempre fue así. La vida sacrificada de la montaña y el aislamiento hicieron que su familia pasara largos períodos de escasez y mucha hambre, esto lo llevó por caminos herrados: “Yo antes no cuidaba la naturaleza contaminaba el agua, el aire y la tierra. Odiaba a las personas y me odiaba a mí mismo, pero Dios me hizo cambiar y darme cuenta de que tenemos que cuidar lo que nos entregó, la naturaleza”.

Luego del profundo cambio experimentado, comenzó a trabajar junto a INDAP en Turismo Rural y hoy construye una cabaña junto al río con mayor capacidad. Su sueño es que su emprendimiento se transforme en un lugar de descanso y aprendizaje sobre el cuidado y el respeto de la tierra.