Pequeños ganaderos Fidel y Patricio Quelín Nancul recuerdan con nostalgia su vida en la Isla Picton
Autor: Cristián Morales
Zona Austral MagallanesFidel Augusto Picton Quelín Nancul (48) nació en Isla Picton y en reconocimiento a este lugar sus padres lo bautizaron con el nombre de la isla. Su hermano Patricio tenía 15 años al inicio del conflicto limítrofe por el Canal Beagle y fue uno de los guías de los infantes de marina que llegaron a principios de enero de 1978, a las 3 de la madrugada, en una barcaza civil. Ambos, pequeños ganaderos usuarios de INDAP, tienen el anhelo de visitar la tierra en la que vivieron gran parte de su infancia y juventud y que abandonaron abruptamente en 1986. Desde entonces, nunca más han regresado.
Atrás quedaron la isla, ubicada en el Canal Beagle, al sudeste del Archipiélago de Tierra del Fuego, la casa que ocuparon de la antigua estancia Soberanía y el recuerdo de valles, montañas y una zona de bosques inclinados, llamados “árboles bandera” por el fuerte azote de los vientos.
En esa zona de difícil geografía, la familia Quelín Nancul practicó una ganadería próspera y una agricultura al aire libre, con lechugas, acelgas, cilantro, zanahorias, papas y un sistema de regadío natural proporcionado por las constantes lluvias, lo que a la distancia de los recuerdos -afirma Patricio- era un “verdadero milagro”.
“La mayoría de quienes llegaron a poblar la isla venían de Chiloé y trabajaban cultivos al aire libre. La papa salía muy buena y guardábamos para todo el año. La acelga, zanahoria y lechuga igual se daban bien al aire libre. Mi mamá, Laura, no tenía problema entre el verano y marzo con su cosecha. La tierra era más vegetal allá, de muy buena calidad, mucho mejor que en Puerto Williams, donde está muy degradada”, dice Patricio Quelín Nancul (59).
Pero la historia de la zona tiene una data más antigua. Los yaganes la llamaban Shukaku, concepto que significa "isla de pastos". Más tarde fue bautizada definitivamente por los navegantes ingleses Parker King y Fitz Roy como isla Picton, en memoria del militar británico Thomas Picton, muerto en 1815 en la batalla de Waterloo.
En 1968, cinco familias llegaron a poblar la isla, al sector Caleta Piedra. Entre ellas, los Quelín Nancul, bajo el amparo de la Corporación de la Reforma Agraria (CORA).
“En esos tiempos la gente se abastecía de las siembras. Había harta carne de bovino, ovino y caballares. Igual la alimentación de mariscos era buena, no había marea roja y se consumía sin problemas. La gente iba a Williams una o dos veces al mes para buscar fideos, arroz y esas cosas”, recuerda Patricio, quien espera volver algún día y recorrer los parajes con los que todavía sueña. Aún recuerda a su madre tejer en un telar durante el frío invierno, dice.
Carabinero propuso el nombre
Picton es el tercer nombre de Fidel Augusto, el hermano menor, de siete. Nació en 1974. Cuenta que un carabinero de Puerto Toro que asistió en el parto le dijo a su madre, Laura, que le pusiera el nombre de la isla. Y así lo hizo. Hoy se siente orgulloso de los nombres que lleva en el carné y el tercero es el que más le gusta, porque lo identifica con la infancia, los sueños y la vida familiar.
“Me encantaría poder ir a Picton con mi pareja. No sé cuántas personas tienen un nombre de isla; de la mía, deben ser pocos. Siempre miro hacia el sur del Canal Beagle y me acuerdo de esos tiempos. Iría si se da la posibilidad, pero solo de visita, porque ya tenemos nuestra vida en Puerto Williams”, precisa Fidel Augusto. Otro hermano, Jorge, también nació en la isla unos años antes que él.
En 1978, la normalidad cambió radicalmente. Picton Quelín no tiene recuerdos precisos. Pero sí Patricio, que con 15 años había recorrido toda la isla y la conocía a la perfección. Una experiencia que sirvió a los infantes de marina para el traslado entre Caleta Piedra, lugar de arribo, y la base en la cara de la isla que mira hacia los islotes argentinos.
El conflictivo 1978
“Habíamos terminado hace pocos días de celebrar el Año Nuevo y llegaron en la barcaza de la comunidad para pasar desapercibidos. Yo los guíe en el traslado. En la primera partida eran como 80 infantes. Salimos a las 7 de la mañana de Caleta Piedra y llegamos a las 7 de la tarde. Iban muy cargados, con armamento y pertrechos, por eso demoramos, ese recorrido dura como cuatro horas a caballo”, cuenta Patricio Quelín.
Recuerda que se veían muy jóvenes. A la mayoría los veía de su edad y entabló amistad con varios. Incluso con algunos que perdieron la vida por las minas antipersonales desperdigadas en algunos sectores de la isla o por el mal manejo del material bélico.
“La mayoría eran del norte, todos cabritos, y yo andaba por ahí con ellos. Les hacían cargar los morteros y esas cosas”, va contando y mostrando algunas imágenes. Asegura que los ingenieros tendieron cables con líneas telefónicas y uno quedó en su casa para las emergencias. Cada vez que alguien de su familia viajaba a Puerto Williams, tenía la responsabilidad de cargar con la correspondencia que les llegaba a los marinos, que al inicio permanecían hasta dos meses antes de ser relevados.
“Uno se encariña con la gente. Todavía me acuerdo del cabo Alegría, que durante una guardia perdió las marcas y pisó un campo minado. Los perros con esquirlas llegaron a avisar a la base y lograron salvar a sus compañeros. Una grutita por ahí lo recuerda. También al cabo Villablanca, que murió producto del mal manejo de un mortero húmedo. Los dos estuvieron en mi casa, compartí con ellos. Hubo varios accidentes en otras islas que también tenían infantes atrincherados”, va narrando sin parar como si se tratara de una película que acaba de ver.
La enfermedad de los padres y el aislamiento obligaron a la familia Quelín Nancún emigrar en 1986 de la isla Picton. Hoy están en conversaciones con las autoridades para poder regresar de visita al lugar de su infancia y juventud.
Actualmente en la zona existe una Alcaldía de Mar que custodia y presta ayuda a las naves que surcan los mares australes chilenos.