Pequeño productor de uvas Jorge Cortés mantiene la herencia campesina en Alto del Carmen

Autor: Indap

Atacama

Jorge Cortés nació y se crió en el sector El Sombrío de Alto del Carmen, muy cerca del recordado e histórico fundo El Maitén. Es un pequeño productor de uva de mesa y con un socio familiar tienen alrededor de 3 hectáreas de la variedad Red Globe que están próximos a cosechar durante este mes de diciembre.

Aunque estudió en Vallenar, capital de la provincia, Jorge volvió a su predio y junto a su esposa se dedicó a la agricultura, especializándose en uva de mesa. En estos cálidos días, con temperaturas que bordean los 40 grados, cuenta que abastecerá este año el mercado chino y que está contento de producir todavía a escala humana, vendiendo sus uvas a la gente que lo visita.

Aunque sus joyas son las uvas Red Globe, que cuida como si fueran sus hijos, también siente pasión y nostalgia por el pasado de su localidad. “Este es un territorio muy famoso en la historia del valle por su producción de pisco. De hecho, mi esposa es familiar de un antiguo agricultor, don Uldaricio Miranda, dueño del fundo El Maitén y productor del pisco ‘El Vencedor Chileno’, así que de alguna forma nos sentimos herederos de su historia”, dice mientras enseña un aviso comercial del otrora famoso destilado.

Este agricultor pertenece al programa de infraestructura rural que está ejecutando el Gobierno Regional a través de INDAP y que está preocupado de dotar a la Agricultura Familiar de inversiones base para que la experiencia turística de quienes visitan la comuna y sus labores agrícolas sea única y atractiva.

“A los viajeros que no conocen esta parte del valle los invitamos a venir tranquilamente a nuestro parrón, a cosechar con nosotros las uvas que quieran llevar y que son garantía de calidad, dulzura e identidad, ya que estamos preocupados de entregar los mejores frutos de esta tierra que nos vio nacer”, dice Jorge.

Para él, Alto del Carmen es una comuna que conserva muchas características únicas, como estar ajena a plagas nocivas y gozar de un microclima privilegiado donde el turista, al mismo tiempo de probar una baya, puede admirar una piedra de molienda indígena, probablemente de tiempos preincaicos. 

Mientras recorre su parronal nos señala un racimo de Red Globe que está apunto de pintar. “Las plantas nos van enseñando solas cómo son las etapas de la vida, cuando la semilla ya no crece más, cuando pasamos a un tamaño que a la gente le gusta. Mantenemos un registro del campo bien preciso para que entreguen lo mejor de sí. No queremos industrializar las uvas, pero sí envasar los frutos de otros vecinos productores. Queremos también enseñar y educar a la gente sobre cómo es tener un parronal y lo que nos ofrece”, dice.