Payador Fernando Yáñez: “No concibo mi vida sin la música”

Autor: Indap

Nacional

Fernando Yáñez, destacado payador de Campanario, Región del Maule, nos cuenta sobre sus primeras décimas y sus sentimientos más profundos.

INFANCIA: Desde pequeño viví en un ambiente muy delicado. En mi casa había libros y enciclopedias que podíamos hojear sin restricciones. Escuchábamos música clásica y folclórica. Recuerdo a Madame Butterfly, Carmen de Bisset, Beethoven, las rapsodias húngaras. En el folclor recuerdo a Los Huasos Quincheros, que eran muy afinados, a Los Fronterizos, a Los Chalchaleros, a Atahualpa Yupanqui y al grupo Cuncumén.

CANTAR: La música es algo tan pero tan inmenso, que la carencia de ella sólo la tienen los robots. Si uno hasta habla vistiendo las palabras con melodías y eso da una intención, una seguridad, un sentimiento. Pedro fue el hermano que con más energía abrazó el canto y fue un ejemplo que siempre seguí. Para mí, ser cantor ha sido algo sin igual. Con el canto he gozado mis alegrías, he salido de mis tristezas y he entendido que la vida sin comunicación no tiene sentido y todos somos capaces de expresar lo que sentimos y todos tenemos algo que decir y la misión es decirlo.

SENTIMIENTOS: Son cuatro: amor, odio, tristeza y alegría. Es verdad que el amor es más fuerte y el amor es como la tierra: Solo produce. Lo soporta todo y todo lo cambia también. El odio es el que te hace rechazar lo que no te sirve, lo que te contamina y hay dos formas de rechazarlo. Una es decir no y la otra es con violencia. La primera es la que sirve. La otra contamina. Es como el fuego, gracias a él recibimos el calor del sol y cocemos la comida; con violencia se transforma en un incendio. La tristeza es el sentimiento que nos hace echar de menos y no hay nada más triste que no vivir la tristeza cuando uno la experimenta, uno llora y al llorar bota agua, llanto. La alegría endulza el alma y es tan vital como el aire. Sin alegría, seríamos unos amargados y al amargado le falta la esencia de la vida.

EL INICIO DEL PAYADOR: El arte es vida y la música es una expresión del arte, y el cultivo del arte en cualquiera de sus expresiones nos obliga a encontrar el mayor equilibrio en el alma y al hacerlo, la vida misma es la que se expresa. Entendí esto y a los 33 años cambié radicalmente mi vida. Me fui de Campanario a Santiago con la intención de retomar el canto truncado por el golpe de estado y aprender a payar. Mi hermano Pedro me recibió en su hogar y simplemente fue mágico todo lo que ocurrió allí. Hicimos un cuarteto de payadores con los dos hermanos Rubio, Santos y Alfonso, y los dos hermanos Yáñez, Pedro y yo. A fines del 84 nos fuimos a vivir con Diana Espoz a Casas Viejas (Puente Alto). En 1990 nos volvimos a Campanario. Allí el 91 nació nuestra hija Ignacia y cantamos hasta el 2002, año en que ella se fue al cielo. Nunca más me he alejado de la paya o del canto. Simplemente no concibo mi vida sin la música.

LA TIERRA: La creación del mundo es algo tan perfecto que no se puede vivir sin convivir, sin compartir, sin relacionarse con todo. Con los vecinos, los animales, los árboles, los cauces de agua, las nubes. El campo genera múltiples relaciones sociales y culturales, pero cuando el ser humano ha concebido el campo como una fábrica de dinero, ahí se ha perdido todo y la tierra deja de enseñar y el hombre deja de aprender. El resultado de eso se traduce en la tristeza concreta de no comer desde hace como cuatro décadas una sandía con sabor a sandía. Felizmente árboles frutales quedan.

ANÉCDOTA: Hace más de 50 años que llegó al campo la Reforma Agraria. Oía: La tierra para el que la trabaja. Recuerdo que en mi sector, donde funcionaba una lechería, ésta pasó a manos de sus trabajadores y se hizo una fiesta de celebración. Y no me cabe ninguna duda que los antiguos dueños convencieron a los trabajadores de que los asados que hacían para celebrar tenían que ser de las mejores lecheras. Así fue, y eso me lleva a entender la frase “la pobre inocencia de la gente”.

LIBERTAD: El quetzal, en Centroamérica, es un pájaro que canta. Es un ave maravillosa. Deja de cantar si pierde la libertad. Y si deja de cantar, muere. A mí me pasaría lo mismo si dejo de canta. Pero si por alguna razón pierdo mi libertad, más fuerte cantaría tras los barrotes.

HOY: Soy jubilado. Tengo la edad y también tengo las imposiciones. Estoy viviendo en el campo y no compro zanahorias, porotos, lentejas, frutas, carne, leche, porque las produzco. No tengo ningún deseo de irme de esta tierra, pero si me voy, me voy en paz. Entendiendo que no soy dueño de la tierra, soy parte de ella.