Osvaldo Torres: Su reencuentro con la patria y el mundo campesino

Autor: Indap

Nacional

Arte y desarrollo rural siempre han caminado juntos. No es extraño que esto suceda. Desde esta perspectiva nos interesa destacar el hombre que produce y también el hombre que canta, es decir, dotar a los instrumentos de INDAP con la mayor integralidad posible para potenciar de mejor manera al ser humano.

Osvaldo Torres, antropólogo con un acabado conocimiento de la cultura aimara, es uno de los cantautores chilenos que ha alcanzado mayor proyección en los escenarios mundiales. Con él conversamos. Aquí parte de sus palabras.

Imagen eliminada.

Infancia. Nací en Antofagasta, pero a pesar de que viví poco tiempo en Calama, tengo una relación cósmica y mágica con esta ciudad, por el cuerpo cultural que tuvo a través de escritores y poetas tales como Andrés Sabella, Mario Bahamondes, Nelly Lemus y, en el terreno de la música, ese espacio fue vital en mi vida artística.

Familia. Vengo de una familia de clase media emergente, con un padre funcionario del “Servicio Seguro Social”, músico pianista del conservatorio, y una madre cantora de tangos y valses peruanos en sus horas de reposo.

Barrio. Viví en un barrio diverso y musical, donde había algunos “intelectuales obreros” de la vieja escuela de don Luis Emilio Recabarren y Elías Laferte. Y que hablaban de reivindicaciones, de huelgas, de lucha, de organización, de cultura. A la vuelta de mi calle una familia boliviana que celebraba sus 6 de agosto con quenas y charangos y donde algunos de ellos se comunicaban en  quechua y aimara. En fin, un barrio que me ofreció, todos los elementos, que más tarde iban a constituir la maleta principal de mis principios y mis necesidades de expresarme a través de las artes.

Esencial. La pobreza que me rodeaba fue otras de las buenas escuelas que he tenido, en ella aprendí lo esencial en la vida de cualquier hombre, la generosidad, la solidaridad y la humildad.

Sin límites. A muy temprana edad tuve el sentimiento que el mundo que se me ofrecía, no me convenía tal como se presentaba, entonces era necesario cambiarlo o construir uno propio…. entonces siempre he continuado en la senda de no limitarme, no ponerme barreras e incursionar en todo lo que me permita expresarme, es así como mis expresiones con los años se han ido multiplicando en otras áreas de la cultura artística.

Mundo campesino. Entonces llegó la tragedia del “Chacal de Nahueltoro” y la prensa local comenzó a publicar más contenidos con respecto a la situación de los campesinos. Esto enciende en mí una extraña sensación de solidaridad y de búsqueda de más antecedentes con respecto a esta cultura de la sociedad chilena, es a través de este drama que comienzo a interesarme en el mundo campesino del sur.

Pachamama. Tengo tres o cuatro canciones que hablan sobre el problema de la tierra. Lo último que he escrito está dedicado a la vida de Evo Morales en términos de dirigente sindical y cocalero y también a la ruralidad andina, que es otra expresión cercana, a lo campesino del sur. Hoy vivo en un país (Francia) donde las raíces campesinas son muy profundas, entonces la ruralidad está muy presente en mi percepción de la vida.

La música y la pintura. No todo requiere de una disciplina y una perseverancia sin límites. A veces la canción se me hace pequeña o los cuadros que pinto desbordan mis aspiraciones, lo importante en todo esto, es tener un centro, una matriz sólida, de donde se pueda salir a cualquier jardín sin pisar ninguna flor, lo más importante es saber que existimos gracias al “otro” y es a él a quien nos debemos.

Chile. Tengo esa necesidad imperiosa y brutal de volver a lo mío de cualquier manera, es ahí donde la observación y el saber escuchar me enseña y me da los elementos, para volver a  eso que es vital. Salir de lo íntimo para comunicar al colectivo.