Mónica Venegas, alfarera en greda negra de Quinchamalí: “Cada pieza cuesta mucha pega y mucho humo”
Autor: Julio Díaz
Zona Sur Asociatividad Mercado Turismo Rural ÑubleAcostumbrados a los productos en serie, muchos podrían pensar que los tradicionales chanchitos, guitarreras y pailas de greda negra de Quinchamalí son todos iguales, pero no es así. “No existe uno igual a otro, son piezas únicas, cada una con sus pequeños detalles”, dice Mónica Venegas Rojas (57), una de las 23 socias de la Unión de Artesanas de este poblado de la comuna de Chillán, en la Región de Ñuble.
Nacida y criada en Santiago, Mónica estudió confección de vestuario en un liceo técnico y en 1984 se radicó en la zona, tras viajar junto a su marido, pequeño agricultor con quien tiene cuatro hijos. Ahí las tías de su esposo la iniciaron en este arte tradicional: “Cocer la greda a fuego directo, ver cuando las piezas pasan del rojo vivo al negro intenso, teñirlas, fue algo que no conocía y me cautivó. Ser artesana estaba predestinado para mí”, cuenta.
“El primer contacto de mis manos con la greda fue mágico y supe de inmediato que no la dejaría jamás, porque me dio alas para crear y soñar. Hoy soy orgullosa defensora de mi arte, que sólo me ha dado satisfacciones y me hace vivir. Es como el pan y el té de cada mañana”, agrega la cultora, quien ya suma más de tres décadas de oficio y que estará presente en la ExpoMundoRural Ñuble de INDAP en octubre próximo.
Sobre esta alfarería con denominación de origen, que le ha valido ser Tesoro Humano Vivo 2014, recibir dos Sellos de Excelencia a la Artesanía, participar en la Expo Milán y viajar a Perú, México y Marruecos, dice que se sabe poco: “Las guitarreras, que representan a las cantoras populares de los años 60 y al matriarcado de Quinchamalí, y los chanchitos de la suerte, los únicos del mundo con tres patas (salud, dinero y amor), son piezas únicas que cuestan mucha pega y mucho humo”.
Cuenta que durante el verano se recolecta la greda que usarán el resto del año -así como el guano de vacuno para la cochura y el de caballo para el teñido- y que elaborar las piezas va mellando la salud de las alfareras con el paso del tiempo: “La mayoría termina con enfermedades pulmonares, reumáticas o a la vista”.
El paso a paso de Mónica parte extrayendo la materia prima en diferentes terrenos de su zona, para luego secarla. Remoja lo que empleará, le agrega arena amarilla y la amasa con los pies. La deja reposar, elimina cascajo, carboncillo, semillas y raíces, y bastonea para cortar el trozo que va a usar. Las piezas utilitarias se trabajan en una tabla lisa desde la base, y las ornamentales, con una esfera de inicio. Se paletea, se orea y se comienza a armar.
Luego vienen el bruñido, secado, lustrado a la antigua (con grasa de ave) y esgrafiado con una aguja de victrola, con motivos tradicionales: flores de cerezos, hojas de higueras, espigas de trigo. En verano las piezas se ponen al sol y luego al fuego. En invierno son ahumadas en canastos de alambre y de ahí van a la colchura, a 920 grados de temperatura. Finalmente se quita el hollín y se pone el colo blanco en los dibujos
En 2016, y durante siete meses, Mónica y otras seis artesanas de Quinchamalí trabajaron en las 207 piezas que dieron vida al mural a Violeta Parra en su casa natal de San Carlos, con motivo del centenario de su nacimiento. “Fue un gran desafío y debimos adecuar nuestras técnicas a lo que pidió la encargada del proyecto. El resultado fue impactante, único. Así como Violeta alguna vez promovió nuestra artesanía, nosotras le devolvimos la mano y la retratamos desde su nacimiento hasta que nos dejó. Recientemente volvimos para restaurar el mural”, dice.
Cuenta que la pandemia la golpeó duro, ya que las ferias se cancelaron y no llegaron visitantes a la zona. Por esa razón, con el apoyo de sus hijas, se volcó a las redes sociales para subsistir. En este período también recibieron, como Unión de Artesanas de Quinchamalí, un sorpresivo pedido de YouTube, filial América Latina, para quienes hicieron medio centenar de piezas con su ícono play para regalo corporativo.
Actualmente, Mónica integra el Servicio de Asesoría Técnica (SAT) de Turismo Rural de INDAP en Ñuble, donde se adjudicó un proyecto para implementar su taller, donde recibe a los visitantes y realiza talleres y capacitaciones, y paralelamente le transmite sus saberes a su nieta Javiera (10), que vive con ella.
A su juicio, la alfarería debiera ser una asignatura obligatoria en los colegios de la zona, ya que así los niños y niñas de Quinchamalí podrían enamorarse de la greda como ella lo hizo: “Nosotras estamos dejando un legado, un camino andado, y no hay que dejar que se pierda”, afirma.
Teléfono: +56 9 8416 5577
Instagram: @mujer_alfarera
Sitio web: www.alfareriadequinchamali.cl