MATRIMONIO CIEGO Y SU PARTICULAR FORMA DE VER LA AGRICULTURA
En una pequeña y cálida cabaña, ubicada a 7 kilómetros de Río Negro, vive una pareja de agricultores ejemplar para el INDAP de Los Lagos. Tanto Miriam Llaituqueo, como su esposo Ariel Ríos, han tenido que superar barreras más allá de las propias de todo emprendimiento agrícola.
Autor: Indap
Todo comenzó hace veinte años, cuando Ariel dio cuenta del ingreso de una alumna nueva al curso de braille en el que participaba. En ese tiempo Ariel aún no perdía por completo su visión, por lo que pudo apreciar el rostro de la que hoy es su querida esposa.
“Como Miriam llegó cuando el curso ya estaba por terminar, le pregunté al profesor si yo le podía enseñar a la nueva alumna. Me dijo que sí y así comenzamos a conocernos y a enamorarnos”, explicó Ariel.
Miriam, a diferencia de Ariel, nunca pudo ver de manera convencional el rostro de su esposo. Sin embargo al conocer a esta mujer de acogedora sonrisa, se hace evidente que muchas veces los que dicen ver, son los más ciegos.
Es una pareja que se alegra con las cosas simples de la vida. Por la mañana Miriam prepara el pan para el desayuno y la once, mientras que Ariel atiende a sus gallinas. Más tarde Ariel recoge los aproximadamente 15 huevos diarios que producen sus aves para almacenarlos y posteriormente venderlos a clientes conocidos en Río Negro y Osorno.
“Muchas veces nos vamos caminando a Río Negro, nos demoramos aproximadamente una hora y una vez que llegamos a la ciudad vendemos nuestros huevos” dice Ariel, mientras que su esposa hace hincapié en que es ella la que cada 5 minutos de caminata verifica si van en la ruta correcta.
Literalmente se han caído muchas veces, pero cada vez que ello ocurre se vuelven a parar y continúan con humor y positivismo sus vidas. “Muchas veces nos bajoneamos porque, por ejemplo no podemos arreglar alguna cosa y necesitamos la ayuda de mi suegra o amigos. Pero rápidamente no dejamos que ese bajoneo nos la gane y nos terminamos riendo, por lo que antes nos pareció una tremenda tragedia”, dice Ariel.
“A mí no me gusta que me traten diferente, por eso estamos tan contentos con el INDAP, porque el trato que nos dan es el mismo que recibe cualquier otro agricultor. Nos exigen registros, metas y plazos, igual que a los demás”, explica el agricultor que muchas veces ha sentido el peso de la discriminación negativa y positiva.
El mensaje de esta pareja de agricultores, supera la mal llamada “discapacidad”, porque si algo le demuestran día a día a los técnicos, amigos y profesionales de INDAP es lo muy capaces que son y en todos los ámbitos posibles.