MÁS NOBLE QUE UNA LECHUGA MAGALLÁNICA...

Este año no ha sido fácil, la lluvia y los anegamientos atrasaron las cosechas. Así y todo, los pequeños agricultores nuevamente salieron adelante y sus productos ya están en las vitrinas de almacenes y supermercados. Conozca los beneficios y la historia de la lechuga en la columna del Director Regional de INDAP de Magallanes, Víctor Vargas.

Autor: Indap

Magallanes

Este año no ha sido fácil, la lluvia y los anegamientos atrasaron las cosechas.  Así y todo, los pequeños agricultores nuevamente salieron adelante y sus productos ya están en las vitrinas de almacenes y supermercados. 

Hay para todos los gustos, pero la principal fortaleza sigue siendo la oferta de vitaminas y beneficios que produce el consumo de vegetales, dieta siempre difícil en Magallanes, territorio carnívoro que lidera a nivel nacional los índices de obesidad y ataques cardiovasculares.

Por eso, hoy más que nunca se hace necesario abrir el apetito y descubrir el fascinante mundo de las hortalizas regionales.  Siempre es un desafío saludable atreverse a probar la interesante propuesta gastronómica en base a acelga, coliflor, betarraga, repollo, y tantas otras verduras made in Patagonia.   

Entre todas destaca la lechuga que en la zona a fuerza de espera cobra un color verde claro intenso; mientras que en el plato del comensal produce un sabor capaz de derretir cualquier tristeza.

El origen de la lechuga está algo difuso en la voz de los historiadores. Algunos aseguran que procede de la India, mientras que otros la sitúan en las regiones templadas de Eurasia y América del Norte.
Lo cierto es que se cultiva en el mundo hace más de 2.500 años. La conocían los persas, griegos y romanos. Estos últimos tenían la costumbre de consumirla antes de acostarse, sobre todo tras una cena abundante, con el fin de conciliar mejor el sueño.

La lechuga es un alimento que aporta muy pocas calorías por su alto contenido en agua, su escasa cantidad de hidratos de carbono y menor aún de proteínas y grasas.  Pero posee un rico contenido en vitaminas, donde destaca la presencia de folatos, provitamina A o beta-caroteno, y vitaminas C y E.  En sus hojas más externas se concentra la mayor parte de vitaminas y minerales.

Los folatos intervienen en la producción de glóbulos rojos y blancos, en la síntesis de material genético y la formación de anticuerpos del sistema inmunológico.
El beta-caroteno es un pigmento natural que confiere el color amarillo-anaranjado-rojizo a los vegetales y que el organismo transforma en vitamina A según sus necesidades, esencial para la visión, el buen estado de la piel, el cabello, las mucosas, los huesos y para el buen funcionamiento del sistema inmunológico, además de tener propiedades antioxidantes.
La vitamina E interviene en la estabilidad de las células sanguíneas y en la fertilidad. Ejerce una acción antioxidante que también caracteriza a la vitamina C. Ésta participa en la formación de colágeno, huesos, dientes y glóbulos rojos.
Favorece la absorción del hierro de los alimentos y la resistencia a las infecciones. En cuanto a los minerales, la lechuga destaca por la presencia de potasio y hierro. También contiene magnesio y calcio, aunque en menor proporción.

El potasio es un mineral necesario para la transmisión y generación del impulso nervioso y para la actividad muscular normal, además de colaborar en el equilibrio de agua dentro y fuera de la célula.  Mientras que el magnesio se relaciona con el funcionamiento de intestino, nervios y músculos, forma parte de huesos y dientes, mejora la inmunidad y posee un suave efecto laxante.

Al final, tras una larga lista de bondades, Roberto Gómez Bolaño, Chespirito tenía razón cuando caricaturizado como el Chapulín Colorado decía que no hay nada “más noble que una lechuga...”.