MARÍA ORFELINA CUENTA SU SECRETO PARA CULTIVAR ZAPALLITOS ITALIANOS “GIGANTES”

Oriunda de Puerto Natales, dice que se siente la mujer más feliz del mundo en su invernadero y que se dedicará a la agricultura “hasta que Diosito me dé fuerzas”.

Autor: Indap

Magallanes

María Orfelina Cárdenas Barrientos tiene 73 años, pero no los representa. Posee una vitalidad que ya la quisiera cualquier mujer joven y adonde quiera que va la acompaña una sonrisa amable y tierna. Junto a su “viejito”, vive en Puerto Natales y desde hace más de medio siglo, con pala y hualato, se dedica a la agricultura.

La mujer participó en la reciente ExpoMundoRural de Magallanes y no pasó inadvertida. Vendió toda su producción el primer día y los asistentes se pelearon por sacarse fotos con sus zapallitos italianos “gigantes”, similares a los de la película “La Guerra de los Vegetales”, de Wallace y Gromit. Esta calabaza, de múltiples usos culinarios, tiene un alto contenido de agua (93%) y es muy rica en minerales (potasio, vitamina C y betacaróteno).

María Orfelina cuenta que desde los 20 años hace surcos y abona la tierra para cultivar lo que más le gusta: las hortalizas. Desde entonces se dedica a sus tomates, pepinos, arvejitas y zuccinis, algunos de los cuales van a parar a las ollas de su cocina y el resto lo vende en su hogar y, los últimos diez años, en la feria del Pueblito Artesanal Ether Aike de la ciudad capital de Última Esperanza. “Yo no compro ninguna verdura en el supermercado, todo lo saco de mi huerta”, afirma orgullosa.

Con un tono cantadito, cuenta que trabaja “sola, sola” en su invernadero de la Calle 2, porque sus dos hijos, que viven en el mismo terreno de su parcela, están empleados en la construcción y no les gusta la agricultura, y a su marido, que antes trabajaba en faenas ganaderas, no lo acompaña la salud. Eso sí, siempre revolotea a su lado y le hace compañía con un mate en la mano. “Ahí anda mi viejito, todo enfermito, pero nunca me abandona”, dice en medio de un suspiro.

Antes de tener su huerto techado, trabajaba al aire libre, en medio del viento, la lluvia y la escarcha, cultivando papas, repollos y zanahorias. “El clima ahora está mucho más crudo, pero dentro de mi invernadero no paso nada de frío, además que todo crece sanito”, comenta.

La abnegada agricultora es usuaria de INDAP “desde hace muuuuchos años, ya no recuerdo cuántos”, y dice que los créditos que ha recibido le han ayudado a sacar adelante su emprendimiento. “A veces me atrasaba con los pagos, pero ahora ando como relojito”, expresa.

- Cuénteme, doña María, ¿cuál es el secreto para que sus zapallitos crezcan tan grandes?

- Puro abono de oveja. Yo no le pongo salitre ni nada a la tierra. Lo otro es tratar a las hortalizas con cariño y trabajar con amor en el invernadero. A mí me encanta. No me aburro, no tengo nervios y tampoco me enfermo. Y como soy evangélica, mientras trabajo escucho música religiosa, cánticos, y alabo al Señor y le doy las gracias porque nunca me ha faltado nada. Cuando aparecen los zapallitos, saco los más chiquitos, que son los que están en la superficie y que son los que más pide la gente. Los que aparecen al final, más profundos y tapados por las hojas, son los más grandotes.

- ¿Cómo consigue el guano de oveja?

- Yo tenía hartas ovejitas, pero ya me quedan poquitas. Las vendimos porque los perros me las comían, igual que a las gallinas. Son un problema tremendo acá en Natales. Ya no me quedan más de diez ovejas, pero me alcanza para el abono. Y hay que ponerle todo el que se pueda a la tierra para que no se agote.

- ¿Y qué se puede hacer con un zapallo de ese calado?

- Zapallitos rellenos, pues. Con uno solo pueden comer como cinco personas. Es especial para cuando llegan visitas –dice riendo como una niña.

- ¿Cuánto ha pesado el más grande que ha cultivado?

- Yo diría que como unos cinco kilos. Hay que ponerlos en una malla porque cualquier bolsa se rompe.

- ¿Y salen hartos de este porte?

- ¡Sí, sí, mi madre! ¡Yo llevo ya cuantos años vendiéndolos!

- ¿Siempre se le dieron tan grandes las hortalizas?

- Sí, sí, todo el tiempo. Hace como diez años que están saliendo así de lindas como usted las ve y todas con muy rico sabor.

- ¿Le va bien con las ventas?

- Sí, sí, me va muy bien. Siempre que voy a la feria vendo todo lo que llevo. Llego a las 9 de la mañana todos los días y me voy a mi casa a la una y media. Almuerzo con mi viejito y después me voy a mi invernadero.

- ¿Hasta cuándo piensa dedicarse a la agricultura, doña María?

- Yo ya tengo mis años, como usted ve, así que será hasta cuando Diosito me dé fuerza.