Juan Ramón Jara : testimonio de un campesino que comenzó a trabajar como "obligado" a los 14 años de edad
Autor: Flor Vásquez
Zona Central O'HigginsA los 14 años debió comenzar a trabajar como “obligado” en el fundo El Salto (Pichidegua), donde su padre era inquilino. Ahora, a sus 90 años, don Juan Ramón Jara Tobar acepta compartir sus recuerdos y reflexiones sobre esa época y el proceso de la Reforma Agraria, que significó un profundo cambio en la historia del mundo rural y del país.
Lo esperamos en el Museo del Inquilino, en la comuna de Palmilla, en el sector San José del Carmen, El Huique. Acompañado de su hijo, también agricultor, llega saludando y recitando versos, para luego describir la función de cada una de las antiguas herramientas de uso agrícola que hay en el museo.
“Mi padre era talabartero y no trabajaba en el fundo con la peonada, le pagaba a un trabajador. Y cuando no tuvo quién le trabajara, debí tomar yo la obligación… A mí me tocó ser el “obligado”. Así era entonces: al inquilino le pasaban una casa y un pedazo de tierra, a cambio de lo cual tenía que pagar con trabajo en el fundo”, señaló don Juan Ramón.
“Había que levantarse con noche. A las 6 de la mañana tocaban una diana y hasta las 7 tenían un saco con galletas (pan grande elaborado con harina integral) que le daban a cada trabajador. Después de unas horas, daban 30 minutos para tomar desayuno en el potrero”, agregó.
Recordó que en los meses de invierno había que andar por los caminos con barro y llegar a la casa mojado, embarrado, con frío y hambre; para luego dormir en una “payasa”, un colchón relleno de paja: “No se sabía de domingos ni de fiestas, el trabajo era de sol a sol. Nadie podía reclamar; lo reprendían como un niño chico, uno no se podía defender, porque lo echaban del fundo. Era muy duro”.
Sin embargo, en la década del 60 la situación empezó a cambiar. En el gobierno del Presidente Jorge Alessandri, en noviembre de 1962, se promulgó la primera Ley de Reforma Agraria, la cual permitió redistribuir tierras entre los campesinos. En 1967, el Presidente Eduardo Frei Montalva profundizó este proceso y promulgó una nueva Ley de Reforma Agraria, la N°16.640. Además, promulgó la Ley de Sindicalización Campesina, la N°16.625.
Don Juan Ramón fue testigo y protagonista del despertar del mundo campesino. “Fuimos conociendo las leyes y formando sindicatos para poder mejorar las condiciones laborales. Yo fui dirigente, presidente del sindicato El Renacer de la comuna de Pichidegua, que representaba a 1.200 trabajadores de 25 fundos. Lo primero que conseguimos fue que se respetaran las 8 horas de trabajo, que se cumplieran las horas extras, los días festivos”.
Agregó que en los fundos expropiados los campesinos se organizaban en asentamientos: “Funcionaban más o menos. Hubo falta de conocimiento para gobernar un fundo. Resulta que el trabajador era mandado, no hacía trabajar su mente, no sabía cómo llevar la agricultura”.
En el gobierno del Presidente Salvador Allende continuó el proceso de Reforma Agraria, que pese a todas las dificultades logró transformar la tenencia de la tierra, terminar con el inquilinaje y mejorar las condiciones de vida de las familias campesinas, entre otros impactos positivos.
El régimen militar puso fin a este proceso. De los 9 millones 310 mil hectáreas expropiadas entre los gobiernos de Frei y Allende, el 35 por ciento fueron restituidas a sus antiguos propietarios, el 10 por ciento fueron transferidas a organizaciones públicas, el 16 por ciento fueron rematadas y solo el 34 por ciento (3 millones 220 mil hectáreas) se entregó en parcelas a los campesinos.
“Empezaron a entregar algunos títulos de parcelas. Yo por ser dirigente no tuve derecho a tener tierra. Se dictó una ley (decreto 208) que prohibió a dirigentes campesinos ser propietarios de alguna parcela de la reforma”, señaló con pesar don Juan Ramón.
Sin embargo, igual cree que la Reforma Agraria “fue buena”, y aunque no se le entregó tierra siguió trabajando en el campo. Hasta hace dos años fue un agricultor activo, premiado como uno de los mejores productores de melones de Palmilla.
Confiesa que siente temor de que se acabe la pequeña agricultura: “Uno de mis hijos arrienda un terreno para sembrar y cada vez le cuesta más. Ya está todo en manos de los empresarios grandes. Casi no hay tierras; por eso digo que se va ir terminando el agricultor chico, ojalá que no”.
Su hijo Luis Jara Magaña comentó: “Es importante que la gente no siga vendiendo la tierra. Yo que siembro, ¿dónde voy a arrendar? Me gusta el campo; yo amo la tierra. Y agradezco el apoyo que he tenido de INDAP”.
El seremi de Agricultura, Cristian Silva, y el director regional de INDAP, Braulio Moreno, señalaron que el Día de la Campesina y el Campesino, que recuerda la publicación de las leyes de Reforma Agraria y de Sindicalización Campesina, en 1967, es una fecha para reconocer a la Agricultura Familiar Campesina e Indígena y su aporte a la soberanía para la seguridad alimentaria del país.