José Huerta, constructor y guardián de las ruedas de Larmahue: “Estoy orgulloso de mantener esta tradición”
Autor: Flor Vásquez
Zona Central Turismo Rural O'HigginsJosé Eduardo Huerta Serrano no solo es todo un personaje y un conocido artesano de la localidad de Larmahue, comuna de Pichidegua, región de O’Higgins. También es un Tesoro Humano Vivo, merecido reconocimiento que en la convocatoria 2018 le otorgó el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio por su importante labor de más de 20 años en la transmisión y salvaguardia de los conocimientos y experiencia en la construcción, mantención y reparación de las ruedas de agua, ícono de la vida rural y las labores agrícolas en Larmahue.
Estas ruedas o azudas se han transformado en un símbolo que da identidad a este pueblo y no deja de sorprender que este ancestral sistema de regadío se siga usando en esos campos, donde entre septiembre y mayo se puede observar en el canal Almahue sus giros incesantes con el impulso que la da la corriente de agua.
En la localidad existen actualmente 38 ruedas de agua. “La mayoría las he construido yo”, señala con orgullo este artesano en madera y usuario de INDAP. Cuenta que aprendió observando y ayudando a su padre, cuando “Polito” Huerta –como le llamaban– tuvo que construir una rueda para regar el huerto familiar de lentejas y tomates. El precoz aprendiz tenía 13 años y construyó un modelo en miniatura de la gran rueda que giraba frente a su casa.
A los 21 años José decidió partir a Santiago y por un tiempo olvidó las ruedas y el campo. Después de más de una década regresó a su pueblo y en 1995 tuvo que llorar la muerte de su padre. Con nostalgia observó que ya no estaban las ruedas que su progenitor había construido y decidió que recuperaría ese legado. Sus manos volvieron a trabajar la madera y a dar forma a las tradicionales ruedas de roble que nuevamente comenzaron a girar en el canal Almahue. Siguió construyendo y reparando las azudas; preservando el oficio.
Cuando –al igual que anteriormente el artesano Arturo Lucero– recibió el reconocimiento de Tesoro Humano Vivo por este trabajo, sintió que tenía una misión en este mundo: la de ser guardián de las ruedas de agua y transmitir sus conocimientos y experiencia en el oficio a las nuevas generaciones. Sus tres hijos –al igual que su esposa, María Celis Villarroel– ya conocen el arte de construir azudas, de las grandes para regadío, y también en miniatura, como artesanía. Además, José enseña su oficio a niños y jóvenes, en los colegios y en los talleres portadores de tradición.
Su fama ha trascendido la región y en varias ocasiones ha aparecido en programas de televisión dando a conocer su oficio.
En su casa taller
En el sector Lo Argentina de Larmahue está la casa taller de José. Lo primero que destaca en el lugar es la gran rueda de agua en el canal, junto a la propiedad. La azuda no está en muy buenas condiciones, así es que ya está pensando en repararla o construir una nueva. La vida útil de estas tradicionales estructuras de madera es de 10 a 12 años, por lo que hay que preocuparse de su mantención y reposición.
En el taller se pueden observar varias ruedas en miniatura, algunas ya terminadas y otras en proceso de construcción. Su esposa, y también artesana, es quien va armando con paciencia y esmero las pequeñas réplicas de las azudas que después ofrecen en las ferias locales o que los visitantes llegan a comprar a su misma casa. “Las ruedas grandes son de roble y las pequeñas, de raulí”, explica José, quien agrega que varias de esas réplicas han sido adquiridas por famosos personajes y artistas. “Con mi hija mayor empezamos a hacer las ruedas en miniatura y ahora continuamos con mi esposa”, indica.
En un patio interior de la propiedad está el taller donde el artesano construye las grandes ruedas de agua, que pueden medir 6, 8 ó 12 metros de altura. Ahora está construyendo una azuda para una importante viña de la zona; demora entre tres y cuatro semanas en construir una, la que arma en el taller, luego la desarma y la vuelve a armar en el lugar en que será instalada. “He construido ruedas en otras ciudades. Un día me enviaron una foto de una rueda cubierta de nieve que hice en una localidad cercana a Temuco”, señala José.
Explica que “en este sector el agua está bajo el nivel del terreno y por ello se usan estas ruedas”, las que están unidas a su eje entre dos fuertes pilares y movidas por la corriente dan vueltas elevando y luego arrojando el agua, mediante recipientes o capachos colocados en todo el perímetro.
Agrega que este modelo de azudas lo trajeron de Europa y nos comparte uno de sus sueños: le gustaría ir a Murcia, España, a observar las ruedas de agua que todavía existen en esa zona.
“Nunca he ido al extranjero; me gustaría tanto viajar”, dice, mientras sigue observando el girar de las ruedas. “Antes –cuenta– había más de cien ruedas. Ahora quedan sólo 38, de las cuales 17 fueron declaradas Monumentos Nacionales de Chile (en 1998)”.
José espera que alguno de sus jóvenes alumnos se interese en tomar la posta y mantener este oficio, como lo hicieron él y Arturo Lucero, herederos de la técnica de construcción de ruedas de agua de los antiguos maestros, entre ellos Rafael Arriaza, Benito Romo, Loreto Yáñez y Juan Arenas.
Por ahora, a José Huerta aún le quedan fuerzas para seguir construyendo y reparando azudas. “Me gusta lo que hago, estoy orgulloso de continuar esta tradición y me siento el guardián de estas ruedas de Larmahue”, expresa.