FILOMENA HUMIRE Y LA TRADICIÓN AYMARA EN LA GASTRONOMÍA DE SOCOROMA

Socoroma  (aymara: chkuruma, 'agua que corre') se ubica a 3.060 metros de altura sobre el nivel del mar, en una quebrada localizada a 125 km. de Arica.

Autor: Indap

Arica y Parinacota

Con poco más de 100 habitantes permanentes, el pueblo se caracteriza por la arquitectura de tendencia colonial de sus construcciones. Este hermoso paraje altiplánico ubicado en la Región de Arica y Parinacota, antiguamente ocupado por los españoles,  quienes lo utilizaron como lugar de paso y de descanso en la ruta que realizaban entre Arica y Potosí (Bolivia), fue el poblado escogido por Filomena Emilia Humire Vásquez, para radicarse junto a su esposo  en el año 1985, luego de que él quedara sin empleo.

Cuando Filomena y su marido comentaron a su familia que estaban dispuestos a irse del país en busca de mejores oportunidades laborales,  fue  su madre quien le dio la idea de volver a sus orígenes y trabajar el orégano en sus tierras ancestrales, en pleno auge de la producción del llamado “oro verde”.

Filomena, con sus ágiles 80 años, más conocida como “Tía Emilia”, es actualmente la  única empresaria gastronómica radicada en Socoroma.
Con picardía en su mirada, recuerda una graciosa anécdota ocurrida cuando comenzó a ser usuaria de INDAP, a mediados de los años 80: el funcionario que la fue a visitar llegó a Socoroma preguntando por doña Filomena Humire. En el pequeño lugar, donde todos los habitantes se conocen entre sí, nadie conocía a alguna “Filomena” y, como es de suponer, la visita no se pudo concretar. A los pocos días ella acudió la oficina de INDAP en Arica y le comentaron que la habían ido a visitar, pero que los lugareños dijeron que en Socoroma no vivía ninguna Filomena. Cuenta, entre risas, que entonces tuvo que explicar a los funcionarios de la época, que en el lugar todos la conocían como  “Tía Emilia” y así pudo aclarar quien era la misteriosa Filomena Humire.

Según su relato, el año 1993, un día de Carnavales, ocasión en que año tras año el poblado se transforma en fiesta por la llegada de cientos de antiguos socoromeños y visitantes que acuden a reencontrarse con sus arraigadas raíces culturales y sus respetadas tradiciones religiosas, se le ocurrió transformarse en pequeña empresaria gastronómica al darse cuenta de que  los visitantes ocasionales necesitaban alimentarse.

Una vecina que vendía  choclos cocidos, agudizó su instinto  empresarial y visualizó que la falta de comida preparada para las fiestas, sería una buena oportunidad de negocio. Además, la demanda del orégano ya estaba bajando, así es que también diversificó sus cultivos y  comenzó a plantar hortalizas y frutales, para después usarlos en su producción gastronómica, vendiendo  platos de comida tradicional en su propia casa y con el plus de que se cocinaban con vegetales cosechados en su propio huerto. Fue así como Tía Emilia amplió su rubro de agricultora y se inició en la actividad gastronómica.

El año 1998, su buena mano para la cocina se estaba haciendo cada vez más popular y no solo eran los propios lugareños y visitantes de Socoroma los que acudían a degustar sus preparaciones, sino que también comenzaron a llegar turistas, que por dato acudían  específicamente a su hogar para degustar de  sus comidas. Por esto decidió legalizar su rubro y transformar oficialmente su ya famoso comedor casero en un restaurante.

Dentro de este nuevo rubro y para que los turistas pudieran llevar algo de recuerdo o de regalo a sus lugares de origen, comenzó a fabricar mermeladas de tumbo y frutillas, además de sus apreciadas pastas de ajo y locoto. Tiempo después, como sus negocios día a día le generaban ganancias, pudo también instalar cabañas de hospedaje.

El año 2012, decidió postular al Programa de Desarrollo de Inversiones, PDI especial de Turismo Rural, adjudicándose un incentivo que permitió  mejorar la cocina y el comedor del restaurant  e implementar y habilitar sus cabañas.
 
A sus muy bien llevados años, su gran pasión es atender lo mejor posible a sus turistas, entre los que predominan especialmente los viajeros franceses y alemanes. Pese a que no habla ni entiende esos idiomas, ella se las ingenia para darles a conocer y explicarles el menú del día, mostrándoles los principales productos, cosechados por ella misma, con los que prepara sus apetecidas y ancestrales recetas culinarias.