Carolina Salazar perdió todo en incendio y gracias a sus cultivos hidropónicos logró salir adelante

Autor: Indap

Nacional Metropolitana

Un exitoso emprendimiento de lechugas hidropónicas es el que mantiene en el sector Huelquén de la comuna de Paine, en la Región Metropolitana, Carolina Salazar Aranda (52), usuaria del Servicio de Asesoría Técnica (SAT) de Hortalizas de INDAP. En seis invernaderos, donde da trabajo a dos vecinas -Jaqueline y Sandra-, mantiene una producción de 25 mil plantas, las que vende a través de la empresa intermediaria MGS en el Mercado Lo Valledor.

Si algo llama la atención en sus invernaderos es la música; en cada uno de ellos tiene parlantes para acompañar las jornadas de trabajo. “Si tú estás contenta, feliz, todo te va a resultar bien, porque la energía se traspasa a las personas y también a las plantas”, dice. Para empezar el día pone temas románticos o del recuerdo; si hay que apurar la pega, ritmos bailables, y cuando hay problemas o malas energías, mantras y sonidos de aves o de agua. También realiza limpiezas energéticas, “para que todo lo que hagamos florezca”.

Carolina no es agricultora desde siempre. Antes vivía “en una casa de tres por dos” en Puente Alto, junto a su marido Juan Cabrera (transportista) y su hija Katarina, y trabajaba “en costuras o lo que tuviera a la mano”. También estudió dibujo gráfico y, “ya de vieja, a los 35 años”, administración de empresas.

Cuando su padre arrendó un terreno con paltos en Paine, y necesitaba que alguien estuviera allí de punto fijo, ella se trasladó a vivir a esta comuna junto a su familia. Se enamoró de la tierra y empezó a aprender agricultura en forma autodidacta. Ayudó a su padre con los frutales, luego comenzó a criar corderos y a venderlos y después se enfocó en los cerdos lechones. Nada fue muy rentable y se debió emplear como secretaria.

Hace ocho años su padre debió entregar el predio y justo a ella se le quemó su casa. Perdió todo y quedó con lo puesto. Entonces, su hermano le compró un terreno en el sector y le dio 15 años para que ​se lo pagara, y el municipio le entregó una mediagua. Por ese tiempo Daniela fue a Quillota a ver a un amigo que se dedicaba a la hidroponía y dijo “esto es lo mío”. Armó su primer invernadero “con lo que tenía a la mano” e ingresó al Programa de Desarrollo Local (Prodesal) de INDAP.

Ese 2012 partió su desarrollo. Postuló a créditos y proyectos de INDAP, además de otros servicios públicos, gracias a lo cual tiene, además de sus invernaderos (próximamente con iluminación), sala de procesos, paneles solares para la recirculación del agua y una cámara de frío. Su producción de lechugas es constante durante el año y vende el 95% a la misma firma intermediaria. “Gano por volumen y solo me dedico a producir. La clienta confía en mí y yo no fallo”, dice. El 5% restante es para negocios y clientes locales.

Según Carolina, la agricultura era para ella: “nunca estudié nada relacionado, pero cuando llegué al campo me conecté con la naturaleza. No me sentí nunca más sola y adquirí un carácter que antes no tenía. Me hizo sentirme diferente y plantearme objetivos. La vida me fue preparando y después de perder la casa en el incendio tuve un renacer”.

En su parcela de una hectárea la pequeña productora agrícola también realiza terapias holísticas y reiki, y ofrece almuerzos a grupos de adultos mayores que van de visita, además de almácigos, berros, albahaca y las lechugas hidropónicas que le han dado fama en la zona.

Hace algunas semanas, en el marco del Día Internacional de las Mujeres Rurales, Carolina fue reconocida por INDAP por su espíritu de superación y su gran capacidad productiva, algo que la llena de orgullo.

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