Beatriz Pichi Malen y el sagrado arte del canto mapuche

Autor: Indap

Nacional

Beatriz Pichi Malen, cantante mapuche, nos cuenta en primera persona sobre su vida, su arte y su visión de la sociedad:

Nací en la comunidad de Los Toldos, provincia de Buenos Aires. Desciendo del longko Ignacio Kolikeo, salido de Nueva Imperial. Nos quitaron el campo, razón por la cual tuvimos que emigrar, pero la tierra permaneció en mí: su sentido y sus emociones.

Siendo muy pequeña, con sólo seis meses de vida, y luego de haber nacido muy enferma, mi madre me entrega a una familia para que me pudiera cuidar. Estábamos en la calle, sin remedios ni buena alimentación. Por fortuna, luego de dos años me recupera y ahí pasamos a ser trabajadores rurales. Mi padre era un militante justicialista del partido y siempre que había un golpe de estado era buscado, allanaban mi casa y de vuelta a empezar con la huida para no ser apresado por el solo motivo de pensar en la justicia social y la libertad.

Por esas circunstancias, el canto me acompaño siempre, atemperando esa vida impuesta. Pero nunca consideré siquiera llegar a ser una cantante, de hecho -en mi fuero interno-, me considero una cantora de mi pueblo y ando entre ellos -mi gente- para ver si los puedo alcanzar. No tengo necesidad de hacer una opción por los pobres porque pertenezco a ellos.

La primera gira que realicé fue a Manhattan, Estados Unidos, a un encuentro internacional de mujeres del mundo y de allí no pare más. El canto se instaló en mí de una forma tan peculiar que me lleva bajo los cuatro cielos. Yo simplemente me dejo llevar. Lo asocio con la libertad máxima a la cual puede aspirar un ser humano. Cantar es un ejercicio de libertad.

Cantar para mí es un derecho consustancial a la condición humana, por la sola razón de sentir que podemos hacerlo, pero muchas veces nos reprimimos. En ese sentido y por la pluralidad que tiene, es profundamente democrático el arte de cantar. Pero hacer de ello una profesión es otra cosa, requiere de otras habilidades y de hacerle frente a muchas complejidades. Por eso cuando consideré que podía ser un trabajo, me dediqué por completo a ello: cantar. No hay distancias, ni horarios, ni lugares, todos los espacios para mí son dignos, pero exijo sí que tengan el entorno que los cantos merecen.

Cantar para mí es expresar, sacar lo opreso, ya sea alegre o triste, por eso tiene ese sentido profundo del cual nos hablaba Víctor Jara. En el decir muchas veces nos jugamos la dignidad humana.

El canto para mí es uno solo, no entro a desmenuzar o analizar si es étnico, campesino, folclórico o de ciudad. Es canto, es expresión pura. Cuando el canto tiene contenido, cuando el canto dice, nos hace viajar y en este momento recuerdo a René Inostroza sobre lo genuino del campo. A través de esos viajes musicales vamos reconociendo otras realidades, otras formas de vida y de ser en la sociedad. Leemos esas realidades y nos comprometemos con ellas. Cuando son dolorosas y opresivas, intentamos transformarlas o, al menos, aportar a que la conciencia ciudadana sea capaz de visualizarlas.

El canto mapuche, que es lo que yo produzco, habla muy profundamente de la vida misma, de la naturaleza, de historias de vida y sobre todo de lo espiritual. Siempre tiene un argumento, nunca es porque sí. Las sociedades actuales: informatizadas y del conocimiento, pero sobre todo sociedades donde prima la oferta y demanda, y donde al parecer todo se puede transar en la bolsa de valores. Ha perdido sentido la espiritualidad humana, la gratuidad de amar y darse, la gratuidad de cantar y sentir, la gratuidad de sentir compasión por los demás y actuar en consonancia. Por eso, poder entregar nuestros cantos a los trabajadores rurales, ya sea en una trilla a yegua suelta, en una ceremonia, es para mí volver a mi infancia o juventud con el plus de estar entre mi gente.

Las luchas sociales, las demandas de los más relegados y las injusticias en general, son situaciones que generan una mayor necesidad de ese expresar. Pero es muy cierto también que me produce una inundación de alegría recrear cantos muy antiguos que fueron pasando de generación en generación, que nos hablan del viento, de las aguas, de los animales, de amores y muy especialmente de recrear los cantos sagrados, que en definitiva son todos porque es sagrado cantar.