Agricultora Amelia Muñoz: "De 12 hermanos fui la única que terminó en el campo, de cara al sol”
Autor: Indap
Nacional Valparaíso
“Buscando un mejor vivir”, Amelia Muñoz Guajardo (58) llegó en 1989 a la comuna de San Esteban, Región de Valparaíso, junto a su esposo, el técnico agrícola Guillermo Contreras, y tres pequeños hijos que ya son profesionales: Juan (36), ingeniero agrónomo y profesor de una escuela agrícola; Alexis (34), ingeniero en información y control de gestión, y Mauricio (33), mecánico. En esta zona pudo desarrollarse como apicultora y también como dirigenta campesina, sus dos pasiones.
Amelia nació en la localidad de El Manzano, en la comuna de Pelarco, Región del Maule. Fue la séptima de 12 hermanos y dice que su infancia fue dura: “Era un lugar apartado donde los inviernos eran muy crudos. No teníamos agua potable ni luz eléctrica y la escuela donde íbamos era una pesebrera habilitada para hacer las clases. Tampoco había acceso a la salud”. La familia vivía de los animales que criaban y de lo que les daba la tierra.
Su padre, Juan Bautista, fue activo dirigente del asentamiento El Triunfo para la Reforma Agraria y su madre, Orfelina, “era una campesina sabia que conocía mucho de plantas y remedios caseros”.
De niña siempre sintió una fascinación por las abejas y por eso cuando llegó a San Esteban decidió dedicarse a la apicultura rústica, ya que teniendo hijos pequeños no era fácil salir a trabajar en otra cosa. Partió con lo básico y vendía miel entre las amistades de la zona. “Vinieron años complicados por la varroa y mis abejas comenzaron a morir”, recuerda.
En 2019 la invitaron a hacerse usuaria de INDAP –“no sabía que existía”– y comenzó a capacitarse para hacer una apicultura moderna. “Siempre he tenido la mente amplia para adaptarme”, afirma. Trabajando con gran dedicación junto a su familia logró salir adelante y en la mejor época envió miel a Francia, Alemania y Estados Unidos a través de exportadoras. “Puedo decir que llegué lejos”, dice sonriendo.
Actualmente tiene 500 colmenas repartidas en terrenos que arrienda en la Provincia de Los Andes, las que va cambiando de lugar para hacer frente a la sequía. Debido a la escasez de flores, la baja producción y la competencia de la miel adulterada sumó a su oferta propóleo, cremas y un jarabe que hacía su madre. También se inició en la polinización de huertos con producción limpia.
Sus productos los vende en Mercados Campesinos y ferias de la región con la marca Miel de Cristal. “Le puse así por el néctar transparente que está sobre el pétalo de la flor, que las abejas extraen y lo llevan a la colmena; es un proceso maravilloso”, dice Amelia.
Sobre su relación con las abejas, dice que es “hasta que la muerte nos separe o hasta que no pueda caminar. Ellas hoy necesitan de mí porque están en peligro y debo devolverles la mano. Es un cariño tremendo. Son parte de mi vida, están en mi ADN. Desde que abrí los ojos las vi en mi casa, estaban en mi vida cotidiana. No podría estar sin ellas”.
Amelia hoy es presidenta del Consejo Asesor Regional de INDAP Valparaíso y de la mesa nacional, cargos desde el que anhela contribuir al desarrollo rural: “Siempre estoy organizando a la gente, es algo que heredé de mi padre y de las abejas. Conozco la vida campesina desde mi infancia, con el barro hasta el cuello, y puedo decir que se ha avanzado, pero aún hay mucha pobreza. Además falta gente de relevo. La mayoría prefiere vivir de un sueldo a tener que esforzarse como campesino. De 12 hermanos yo fui la única que terminó en el campo, de cara al sol”.
Mirando al futuro y hablando como dirigenta, Amelia espera que Chile salde la deuda que tiene con la ruralidad en materia de educación, salud, vivienda digna, pensiones y otros temas como la conectividad: “En el campo uno se acostumbra a vivir aislado, pero la globalización exige contar con tecnología y el campo se quedó atrás. Hoy, con la pandemia, tenemos niños y jóvenes que están sin educación. Creo que merecemos un futuro mejor”, dice.