Mujeres rurales de Aysén y Magallanes: El gran desafío de renovar la agricultura en la Patagonia

Autor: Indap

Magallanes

El uso permanente de redes sociales y una mirada centrada en la innovación son la estrategia de los jóvenes que buscan renovar la posta agrícola en las regiones de Aysén y Magallanes. Se trata de zonas en las que el clima condiciona la producción y donde también las mujeres lideran apuestas arriesgadas.

Carolina Vega no sabía nada de abejas, pero vio una oportunidad de futuro en la apicultura. Postuló a un proyecto de INDAP y hoy se aventura a romper los esquemas en Villa Ñirehuao, pequeña localidad ubicada a 60 kilómetros de Coyhaique. 

“En mi zona la leña y el manejo de bosque es la principal actividad y yo voy a trabajar con abejas, algo totalmente distinto. Me he capacitado mucho en apicultura desde que me gané el proyecto y cada día avanzo más. Espero muy pronto estar con una producción de miel para consumo local y también exportación. Hay que arriesgarse”, dice Carolina, convencida de que la receta del éxito es el esfuerzo.

La historia de Nirmia Salamanca, agricultora de Puerto Natales, no es muy distinta. Periodista de profesión, optó por el campo y ya tiene una interesante producción de hortalizas: “No solo tenemos un clima similar con Aysén, también los problemas de los jóvenes son similares. Quisimos saber cómo los enfrentan y compartir soluciones”.

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Así también asegura que “cuando uno habla de agricultura es necesario perpetuarla por el bien del planeta y la alimentación, y sin los jóvenes es impensado hacerlo. Trabajar en el campo como lo hacían nuestros padres es sacrificado, más cuando no se implementa tecnología, y en eso hemos puesto nuestro énfasis, en buscar nuevas formas de hacer más práctica y activa la producción”.

Carolina y Nirmia se conocieron a través de las redes sociales, en el grupo de whatsapp M.J. Aysén-Magallanes, y también en la red cerrada de Facebook Yo Joven & Rural, comunidad virtual creada por INDAP. 

Luego se juntaron en Coyhaique. Ahí siete jóvenes magallánicos tuvieron la posibilidad de conocer la experiencia del Huerto Cuatro Estaciones, predio en el que toda la producción es orgánica. Y hace pocos días volvieron a encontrarse, esta vez en Punta Arenas. En total son 17 jóvenes, de los cuales la mayoría son mujeres y ninguna pasa de los 35 años.

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“Me llamó la atención la construcción de invernaderos más sólidos. Nosotros ocupamos otro tipo de materiales y bien podríamos adaptar los que usan acá”, adelanta Daniela Oses, joven agricultora de Cerro Galera, localidad ubicada a 50 kilómetros de Coyhaique.

En tanto, Loreto Hernández valoró la posibilidad de encontrarse con sus pares. “Hablamos códigos similares, todos manejamos y conversamos de agricultura y de ganadería. Estamos muy contentos que estén acá y mantengamos una comunicación permanente”, preciso la joven puntarenense.

Durante cuatro días, las jóvenes de Aysén conocieron varias historias locales. Supieron de Osvaldo Naguelquín, que riega seis invernaderos de 300 metros cuadrado cada uno con un costo mensual de cero peso, gracias a paneles fotovoltaicos que mueven los motores para sacar el agua de un pozo y trasladarla varios kilómetros hasta un sistema tecnologizado de riego por microaspersión.

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También conocieron el esfuerzo de Sergio Carrasco y sus técnicas para producir flores de interior y exterior, el trabajo de investigación aplicada que realiza INIA Kampenaike y la historia de varios emprendedores de Puerto Natales que han hecho de la asociatividad un ejemplo digno de imitar en la Cooperativa Agrícola Campos de Hielo.

Al final, el balance es positivo. “Nos llevamos muchos conocimientos de sistemas de captación y acumulación de agua y de sistemas de riego instalados en los cultivos con utilización de energía solar. Eso nos llamó mucho la atención y creemos que son iniciativas que podemos replicar en nuestra zona”, aseguró Nelly Pérez, encargada de jóvenes y mujeres rurales de Aysén. 

En este segundo encuentro realizado en Punta Arenas, además de analizar sus desafíos y conocer experiencias exitosas en riego, remataron, como buenas patagónicas que son, jugando “Truco”, un tradicional juego de cartas en el que gana el que miente mejor. Y las asperezas del juego se limaron con un asado de cordero al palo.