Artesano de Castro Luis Baes hace obras de arte con todas las fibras vegetales que llegan a sus manos

Autor: Indap

Nacional Los Lagos

Hace tres meses, Luis Baes Miranda (54), agricultor y artesano de la comuna de Castro, en la Isla Grande de Chiloé, subió al escenario de la Sala A1 del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM), en Santiago, para recibir el Sello de Excelencia a la Artesanía 2019 por su obra “Seis piezas de cestería en ensamble”. Lo hizo orgulloso y feliz, pero también con dificultad, ya que en 2016 sufrió una trombosis y estuvo a punto de perder la vista. “Las luces me enceguecían”, recuerda.

Baes es uno de los tres campesinos usuarios de INDAP que este año recibieron el galardón -junto a Felipa Condori (Arica) y Marta Godoy (La Serena)-, que desde 2008 entrega el Comité Nacional de Artesanía, integrado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio y la Pontificia Universidad Católica de Chile, con el patrocinio de Unesco, para promover la artesanía nacional según criterios de innovación, autenticidad, sustentabilidad y potencial de comercialización.

En esta versión del Sello participaron 131 artesanos de 15 regiones. Los premiados, un total de nueve, obtuvieron 500 mil pesos y un certificado que avala la calidad y la autenticidad de sus obras, las que serán postuladas al Reconocimiento de Excelencia para Artesanías del Mercosur.

El artesano cuenta que para hacer su trabajo, un set de cestas en fibra de boqui pil-pil negro, se inspiró en una canción chilota, la zamba-resfalosa “Dicen que no caben” (Dicen que no caben / dos en un canasto / hagamos la prueba / con uno de Castro), y se impuso el desafío de que todos los recipientes calzaran en forma armónica, manteniendo una misma textura y color.

Baes vive en el sector Chañihué, Península de Rilán, a 300 metros del mar -desde donde “se ve Castro, incluido el mall”, dice-, junto a su esposa Mirna, sus hijas Karla y Elba y su hermano Juan Ramón. Es un pequeño predio donde la familia cultiva zanahorias, lechugas, ajos, arvejas, habas y papas para autosustento y para vender en la feria campesina de Castro. También tienen algunos chanchos, ovejas, vacunos chicos y gallinas, y una decena de familias de bandurrias los rodean e inundan con sus cantos.

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El oficio de la cestería lo aprendió cuando tenía 11 años y debía ayudar a su madre Calinda, que por entonces estaba enferma, a vender las hortalizas que producían. Su vecino Manuel Saldivia, del sector Huenuco, le enseñó cómo hacer canastas para que su labor no fuera tan pesada y le gustó. Comenzó a trabajar todo tipo de fibras vegetales, como quila, junquillo, manila, cortadera y quilineja, pulió su técnica en forma autodidacta y se hizo un nombre como artesano en su región.

Tras la obtención del Sello de Excelencia, Baes recibió numerosas felicitaciones que lo hicieron sentirse orgulloso: “Yo no me manejo con los celulares modernos, pero mis hijas me mostraron los saludos y buenos comentarios que hacía la gente en las redes sociales. Eso es muy lindo y gratificante”, comenta.

Sobre su oficio, dice que lo hace con mucho amor y que le gusta plantearse desafíos difíciles para innovar: “Ahora que estoy con problemas a la vista es mi hermano quien me recolecta el material, con el que busco dar forma a las ideas que tengo en mi mente. Me entretiene y es muy bonito y relajante, aunque no sea para la venta. Lo que más me cuesta ahora es preparar las fibras para el tejido, porque hay que tener la mirada fija y me he puesto más torpe. Después mis manos se van solas, porque ya saben lo que tienen que hacer”.

Baes llegó solo hasta octavo básico y dice que para postular al Sello 2019 fue hasta el municipio de Castro, “para que me ayudaran a llenar el formulario”. Pese a ello, lo llaman en forma permanente para que haga clases de cestería a los niños de la zona, ya que hay pocos maestros como él. Eso es algo que lo inspira, “porque no hay que dejar que la cestería chilota se pierda”.

Contacto: +56 9 8924 5879, kbaesalderete@gmail.com.